jueves, 28 de febrero de 2013

Dolencia del terruño y más


Caigo de confusión, pero no rabio.
Por costumbre, tal vez, en la blasfemia
alquilo, por desahogarme, un cuarto.
Porque es gran esperanza el maldecir

yo no la quiero, ni quiero el sabor
de boca que después es toda sangre.
¿Y cuántos como yo, sin ser, seremos
nadie, sombras que se acercan al agua?

El agua que existiendo en su destello
bruñe la mano y me refresca el ojo.
Así, en faceboock, quiero decir: desisto

de ver martirizadas mis orejas,
putrefactas mis vísceras más nobles, 
vacía, como el ojo de un ave, mi alma.


   Entre la gripe y la sinvergüenzonería no vivo.

   Sigo escribiendo porque no sé qué hacer con tantos lápices.

  Besos y abrazos, amigas y amigos. Os quiero

No hay comentarios:

Publicar un comentario