Gracias madre
Plantar un árbol, eso
sí que es amar.
Y regarlo después
cuando la canícula.
Y cuando el polvo
sahariano rebasa las montañas
cayendo en los valles
como microscópicos
cristales de lumbre.
El suelo despide
vaharadas calientes
a pesar de que la
noche va llegando.
Tarda, tarda pues
estamos en junio
y la oscuridad ahora
es un suspiro
de puntos brillantes.
Y habiendo refrescado
tanta sequedad
yo también tengo sed y
tengo hambre
y al abrir el
frigorífico encuentro
una fuente de arroz
con leche con su
sombra de canela.
Se me refrescan -iba a
decir el alma- los ojos,
pues bien sé que manos
lo elaboraron.
Y ahora hay que
comérselo todo,
rebañar las paredes
del plato metiendo la
lengua si hace falta.
No es por glotonería
ni por el hambre, que solo
fue elocuencia en
nuestra casa. Es un acto
de amor, un modo de
dar las gracias.
Porque ese arroz con
leche, amigos,
lo ha hecho mi madre.
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