lunes, 23 de abril de 2012

A sesenta flores de cartón, de distintos colores, metidas en un jarrón





¿Y dices que se venderían bien en Madrid?
Pero cómo las íbamos a vender por las calles
sin licencia ni permisos, seguro que nos multaban.
Tendremos que dedicarnos a otra cosa...
Es una pena, son hermosas, se diría
que lo que les falta de vida y de perfume
se lo insuflas tú con tus manos.
El roce de tus manos horas y horas
recortando, pegando, dibujando...
¡Y el mérito que tiene esa labor de reciclaje!,
pues al cabo, solo son cartones de hueveras,
palos de pinchos morunos y témpera.

Sea original, regale una flor de cartón,
las tenemos rojas, azules, fucsias, naranjas,
moradas, amarillas...

Me veo con un ramillete bajo el brazo
pregonando el producto.
¿Crees que alguien compraría una?
Podríamos ponerlas al precio del café
o al precio de una cerveza
pero, ¿quién va a preferir una flor de cartón
a una infusión calentita o a sentir en los labios
la espumosa cerveza...?
Te voy a sacar una foto trabajando,
con la mesa llena de flores y recortes, para
que cuando el tiempo y la humedad
arruinen el producto tengamos un recuerdo
de lo que pudo ser el principio de un gran negocio.

Sea original, regale una flor de cartón,
las tenemos rojas, azules, fucsias, naranjas,
moradas, amarillas...



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