miércoles, 15 de febrero de 2012

Febrerillo de loco acordeón




Al final te has quitado las botas.

Tal vez se haya hecho tarde para salir.
Ahí afuera hace frío. La ventisca
ha dibujado un borde pálido
en el perfil de los cantos del empedrado.
El aire lía su hilo inextricable por el valle.
El viento, el aire ¿acaso no son lo mismo?,
amontona papeles y bolsas de chucherías
en los umbrales de las puertas.
Silban flautas, causal y casualmente,
de hierro dulce en los tejados.
Hiela, el agua de los charcos
se está helando, la tierra se está helando
y se levanta en caparazones de cristal.
La noche es un toldo oscuro
para una feria fundida; lo negro lame
el brillo municipal de las farolas.
Ondea una hoja apegada a una rama
como seca bandera de territorio sin nombre.
Es una de esas hojas que un laborioso gusano
cose con hilo blanco y que encierra en su seno
huevos, para una primavera de orugas.

Tal vez se haya hecho tarde. El acordeón riela
y deja en el viento, en el aire, ¿acaso no son lo mismo?,
plisadas sus sábanas de melancolía: esa mudanza
del cuerpo, ese destemple del ánimo.


 

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